Los primeros lapachos rosados ya comenzaron a florecer en San Miguel de Tucumán, pintando veredas, plazas y avenidas con su estallido primavera, aunque aún falten semanas para que la estación llegue oficialmente. “Es el inicio del festival de estos árboles”, dice a LA GACETA Guillermo Olivera, director de Arbolado Urbano de la capital.

El fenómeno no es nuevo, pero sí sorprende por su anticipación. “Algunos ejemplares empezaron hace dos semanas. Es normal que florezcan en agosto, pero incluso hubo uno que lo hizo en mayo, algo bastante inusual. Se dice que fue porque no se esperaban heladas”, dijo el especialista.

Como cada año, la floración de los lapachos marca un momento especial en el calendario paisajístico de Tucumán. Y no se trata solo de un árbol: hay distintos tipos. “Existen varios colores de lapacho rosado: uno de tono claro, otro intermedio y uno más oscuro. El blanco, que muchos creen que es otra especie, en realidad es el gen recesivo del rosado”, detalla el funcionario. Más adelante llegarán los lapachos amarillos, completando el espectáculo natural que se extiende hasta octubre.

Pero la belleza no es su único valor. Olivera agrega que estos árboles también cumplen funciones ecológicas. “Producen oxígeno, fijan dióxido de carbono y ayudan a que el agua de lluvia infiltre mejor en el suelo. Además, aunque su sombra es menor que la de otras especies, también aportan algo de frescura”.

En ese sentido, desde la Dirección de Arbolado se busca ir más allá del impacto visual. “Queremos pasar de una mirada meramente ornamental a una funcional. En las nuevas plantaciones priorizamos especies que den sombra y estén activas gran parte del año. Por eso, además de los lapachos, se incorporarán ejemplares como el jabonero de la China”, anticipa.

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Actualmente, San Miguel de Tucumán cuenta con más de 72.000 árboles censados. De esos, unos 5.900 son lapachos rosados y 2.600, amarillos. “El más común, sin embargo, sigue siendo el naranjo agrio, con más de 9.600 ejemplares”.

Para quienes quieran observar la floración en su máximo esplendor, Olivera recomienda recorrer la avenida Mate de Luna, especialmente cerca de la Maternidad y el Parque Avellaneda. Desde el puente, asegura, se puede sacar “una selfie con una vista increíble”.

Y si bien los lapachos nos regalan su flor solo por un par de semanas -“a veces basta una lluvia para que se caigan”-, su presencia se hace inolvidable. Por eso, también, cuidarlos es clave. “Pedimos a los vecinos que, si ven un árbol joven, lo rieguen con dos litros de agua por semana hasta que lleguen las lluvias. Además, si necesitan podarlo, que se comuniquen con la dirección. No hay que dejarlo en manos de cualquiera, porque una mala poda puede arruinar al árbol”, cierra.